El Romanticismo abarca la
primera mitad del siglo XIX, que es una etapa de fuertes tensiones políticas.
Los conservadores defienden sus privilegios pero los liberales y progresistas
luchan por suprimirlos. Se abre paso el laicismo y la masonería goza de gran
influencia. El pensamiento católico tradicional se defiende frente a las nuevas
ideas de los librepensadores y seguidores del filósofo alemán Karl Christian Friedrich Krause. La clase obrera desencadena movimientos de
protesta de signo anarquista y socialista, con huelgas y atentados. Mientras en Europa se
desarrolla fuertemente la industria y se enriquece culturalmente, España ofrece la imagen de
un país poco adelantado y que cada vez está más alejado de Europa.
El romanticismo fue el que propuso con creciente
nitidez desde 1830 unos ideales, un estilo y unas actitudes bien distintos de
los de la época colonial que se había dejado atrás y que se quería olvidar; o
al menos reinterpretar, en las áreas donde el empeño de rechazo no se dio de
manera tan radical. A fin de cuentas, el movimiento romántico vino a cohesionar
los intereses comunes y las mismas señas de identidad de las burguesías
criollas. Cuando terminó su impulso había infundido una fisonomía sustancial a
las literaturas hispanoamericanas, prestándoles una visión moderna de la vida y
la historia el arte y la naturaleza.
A1 haber prendido con fuerza tan indeleble el
Romanticismo estuvo lejos de desaparecer ante los nuevos movimientos
renovadores que comenzaron a presionar en las etapas finales del siglo XIX:
realismo y naturalismo, simbolismo y modernismo. Muchos de sus rasgos se
diluyeron en estas nuevas corrientes y algunos incluso alcanzaron a
sobrevivirlas.
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